1.10.08

DOMINGO 15 DE MARZO. 3º de Cuaresma “El verdadero templo dedicado a Dios” (Juan 2,13-25)



“Se acercaba la Pascua de los judíos y Jesús subió a Jerusalén. Y encontró en el templo a los vendedores de bueyes, ovejas, y palomas, y a los cambistas sentados; y haciendo un azote de cordeles, los echó a todos del templo, ovejas y bueyes; y a los cambistas les esparció las monedas y les volcó las mesas; y a los que vendían palomas les dijo:
-Quitad esto de aquí: no convirtáis en un mercado la casa de mi Padre.
Sus discípulos se acordaron de lo que está escrito: “el celo de tu casa me devora”.
Entonces intervinieron los judíos y le preguntaron:
-¿Qué signos nos muestras para obrar así?
Jesús contestó:
-Destruid este templo, y en tres días lo levantaré.
Los judíos replicaron:
-Cuarenta y seis años ha costado construir este templo, ¿y tú lo vas a levantar en tres días?
Pero él hablaba del templo de su cuerpo. Y cuando resucitó de entre los muertos, los discípulos se acordaron de que lo había dicho, y dieron fe a la Escritura y a la palabra que había dicho Jesús.
Mientras estaba en Jerusalén por las fiestas de Pascua, muchos creyeron en su nombre, viendo los signos que hacía; pero Jesús no se confiaba con ellos, porque los conocía a todos y no necesitaba el testimonio de nadie sobre un hombre, porque él sabía lo que hay dentro de cada hombre”.

El evangelista San Juan nos cuenta cómo Jesús utilizó algunas palabras que tenían doble sentido. De manera que cuando hablaba, sus interlocutores le entendían en su sentido natural, pero Jesús las utilizaba en otro sentido sobrenatural. Veamos:

-Templo (2,21): El templo de piedra de Jerusalén. El cuerpo de Jesús como templo de Dios
-Nuevo nacimiento (3,3): “¿Cómo puede uno nacer siendo viejo?”. “Lo nacido del Espíritu, es espíritu”.
-Agua viva (4,15): “¿De dónde, pues, sacas esa agua viva?”. “El agua que yo le dé se convertirá en él en fuente de agua que brota para vida eterna”.
-Pan vivo (6,34): “Señor, danos siempre de ese pan”. “Yo soy el pan de vida”
- Levantar (12,34): “¿Cómo dices tú que el Hijo del hombre sea elevado?”. “Y yo cuando sea elevado de la tierra, atraeré a todos hacia mí”.

En el evangelio de hoy, Jesús usa la imagen del templo no para referirse al templo de piedra en donde está hablando, sino a su propio cuerpo como verdadero templo de Dios. Un templo que no podrá ser destruido, pues Dios lo reconstruirá para siempre con la resurrección. Está claro que el alcance de estas y otras palabras de Jesús sólo fueron comprendidas después de la resurrección.

¿Cómo meditar esta imagen de Jesús como verdadero templo de Dios? Jesús al resucitar, inaugura un nuevo culto a Dios en espíritu y en verdad. Este nuevo culto nosotros lo vivimos de dos maneras:
a) Nuestro cuerpo es templo del Espíritu Santo. Esto nos lo explica muy bien San Pablo en 1 Corintios 6. Nuestro cuerpo es para el Señor, con sus deficiencias y límites, con sus tendencias,…
a) La Iglesia es el cuerpo de Cristo resucitado. Y en la Eucaristía se manifiesta la presencia de Cristo resucitado a través de su cuerpo como pan de vida. Por eso, es importante darnos cuenta de lo que tomamos, y discernirlo bien, pues sólo así será alimento de vida.

Como templos del Espíritu Santo nos dirigimos a él en la oración:

“Espíritu Santo, fuego de amor divino,
toca nuestros corazones con tu unción para que sintamos el calor de tu presencia.
Renueva nuestra mente y nuestro corazón, sana nuestras heridas, abre nuestros bloqueos,
tira por tierra nuestros prejuicios, supera nuestros miedos y temores,
inspira nuestra oración y mantenla constante y unánime.
Que tu presencia en nuestras vidas nos haga fieles discípulos,
servidores y testigos de Cristo Resucitado.
.
Espíritu Santo, soplo divino,
alienta a esta Iglesia fundada por Cristo,
para que sea en medio de este mundo, vínculo de unidad y fraternidad.
Renuévala en la unidad y en la comunión, suscita generosidad y entrega,
para que seamos templo tuyo y cuerpo de Cristo, y así demos al mundo el testimonio de la unidad. AMÉN”.

El evangelista Juan nos enseña a tener una mirada contemplativa. Nos enseña que detrás de las palabras de Jesús está la verdad de Dios, y entendiendo su sentido sobrenatural entendemos la gracia de Dios que recibimos a través de los sacramentos de la Iglesia, cuerpo de Cristo.

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