P.Cristóbal Sevilla
a
“Seis días después, Jesús se llevó a Pedro, a Santiago y a Juan, subió con ellos solos a una montaña alta, y se transfiguró delante de ellos. Sus vestidos se volvieron de un blanco deslumbrador, como no puede dejarlos ningún batanero del mundo.
Se les aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
-Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Estaban asustados y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube:
-Éste es mi Hijo amado; escuchadlo.
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
-No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.
Esto se les quedó grabado y discutían qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos”.
Es muy importante entender el contexto de este texto para hacer una buena lectura. Dice “seis días después...”, ¿después de qué?, después del primer anuncio de Jesús a sus discípulos de que él tiene que padecer y sufrir mucho. Veamos lo que ocurre antes y después de este texto. Nos fijamos en la reacciones de Pedro y de los discípulos y en las respuestas que va dando Jesús:
-Un sábado en Cesarea de Filipo Pedro dice que Jesús es el Mesías. Jesús dice que no hablen de esto.
- Pedro reprende a Jesús: ¡Tú no sufrirás! Jesús dice a Pedro que sus pensamientos no son los de Dios.
-Los discípulos se sienten importantes junto a Jesús. Saben que él es grande y quieren ser “grandes” como Él. Jesús les dice que quien quiera ser importante que tome su cruz y le siga.
-Al sábado siguiente suben con Jesús a una montaña a orar. Jesús se les muestra lleno de luz, junto a Moisés y a Elías. Él es el Hijo amado del Padre, el que tenía que venir. Aunque están a gusto con Jesús, sienten miedo por la visión. Jesús les pide que no cuenten nada hasta después de la resurrección.
-Bajando del monte discuten qué querría decir eso de “resucitar”. ¿Por qué dicen los escribas que primero debe venir Elias? Jesús les dice que es verdad, que Elías ya ha venido (deducimos que es Juan el Bautista), y han hecho con él lo que han querido.
Los que vivieron esta escena de la transfiguración de Jesús (Pedro, Santiago y Juan) recuerdan que ocurrió una semana después de la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo. Y aunque el texto no lo dice, creo que pudo ser un sábado, un día muy señalado que hace que después se pudieran acordar de este detalle.
Jesús, al igual que hizo en el momento del comienzo de su misión con el bautismo, ahora va a ser también ungido por el Padre para afrontar su misión más difícil: subir a Jerusalén, y allí estar dispuesto a morir en la cruz. Y en esta unción de Jesús, van a participar tres de sus discípulos, los que también le acompañarán en la noche de Getsemaní. Jesús hace que estos tres que le acompañan participen también de esta visión de su gloria.
Estamos ante unos textos muy importantes de la propia conciencia que tiene Jesús de ser el enviado del Padre para nuestra salvación y de que el Padre y él son lo mismo: “El Padre está en mí, y yo en el Padre” (Juan 10,38).
Desde la meditación, esta escena de la transfiguración de Jesús nos muestra el verdadero conocimiento de Jesús como nuestro salvador. Él es el hijo amado del Padre, el que tendrá que vencer a la muerte y resucitar por todos nosotros.
Los que tratamos de unirnos a Jesús como discípulos suyos, sabemos que conocerle a él es algo más que conocer sus palabras o estudiar los evangelios; es ante todo, entrar con él en la experiencia de su muerte y de su resurrección. ¿Buscamos en nuestra vida de oración esta manera de conocer a Jesús?, ¿o nos conformamos con cualquier imagen, con la última opinión de alguien?, ¿qué experiencia tengo en mi vida de haber conocido la cruz y la resurrección de Jesús?
Como oración, nos sirve hoy ésta de la introducción de Jaume Boada en el libro de Matta El Meskin, consejos para la oración (Narcea):
“Vengo del rostro de Cristo. En el desierto lo he buscado con amor.
He visto su rostro profundamente humano, y plenamente hijo de Dios.
He visto a Cristo el enviado del Padre. Es su rostro de amor.
Lo he visto en la cruz. Me he unido a su cruz.
Lo vi como camino. He recorrido este camino.
Lo he encontrado como verdad. He vivido la añoranza de la verdad.
El es la vida. Lo sentí vivo, transfigurado, resucitado.
He visto sus manos vacías y sus manos traspasadas por la entrega en la cruz.
Estuve al lado, viendo con mis propios ojos su amor por todos los hombres,
Su llanto por los que lo ignoran, su deseo de poder llegar a ser el sentido de la
Vida de todos aquellos que quieren vivir”
Contemplamos el rostro transfigurado de Cristo, rostro de Hijo, rostro doliente en la cruz que se prolonga en el sufrimiento de nuestros hermanos, y rostro glorioso del resucitado en el que encontramos la vida. Le podemos decir a Jesús, lo mismo que le dijo Pedro cuando se encontró con el resucitado: “Tú sabes que te quiero” (Juan 21,15-17).
Se les aparecieron Elías y Moisés conversando con Jesús. Entonces Pedro tomó la palabra y le dijo a Jesús:
-Maestro, ¡qué bien se está aquí! Vamos a hacer tres chozas, una para ti, otra para Moisés y otra para Elías.
Estaban asustados y no sabía lo que decía.
Se formó una nube que los cubrió y salió una voz de la nube:
-Éste es mi Hijo amado; escuchadlo.
De pronto, al mirar alrededor, no vieron a nadie más que a Jesús solo con ellos.
Cuando bajaban de la montaña, Jesús les mandó:
-No contéis a nadie lo que habéis visto hasta que el Hijo del hombre resucite de entre los muertos.
Esto se les quedó grabado y discutían qué querría decir aquello de resucitar de entre los muertos”.
Es muy importante entender el contexto de este texto para hacer una buena lectura. Dice “seis días después...”, ¿después de qué?, después del primer anuncio de Jesús a sus discípulos de que él tiene que padecer y sufrir mucho. Veamos lo que ocurre antes y después de este texto. Nos fijamos en la reacciones de Pedro y de los discípulos y en las respuestas que va dando Jesús:
-Un sábado en Cesarea de Filipo Pedro dice que Jesús es el Mesías. Jesús dice que no hablen de esto.
- Pedro reprende a Jesús: ¡Tú no sufrirás! Jesús dice a Pedro que sus pensamientos no son los de Dios.
-Los discípulos se sienten importantes junto a Jesús. Saben que él es grande y quieren ser “grandes” como Él. Jesús les dice que quien quiera ser importante que tome su cruz y le siga.
-Al sábado siguiente suben con Jesús a una montaña a orar. Jesús se les muestra lleno de luz, junto a Moisés y a Elías. Él es el Hijo amado del Padre, el que tenía que venir. Aunque están a gusto con Jesús, sienten miedo por la visión. Jesús les pide que no cuenten nada hasta después de la resurrección.
-Bajando del monte discuten qué querría decir eso de “resucitar”. ¿Por qué dicen los escribas que primero debe venir Elias? Jesús les dice que es verdad, que Elías ya ha venido (deducimos que es Juan el Bautista), y han hecho con él lo que han querido.
Los que vivieron esta escena de la transfiguración de Jesús (Pedro, Santiago y Juan) recuerdan que ocurrió una semana después de la confesión de Pedro en Cesarea de Filipo. Y aunque el texto no lo dice, creo que pudo ser un sábado, un día muy señalado que hace que después se pudieran acordar de este detalle.
Jesús, al igual que hizo en el momento del comienzo de su misión con el bautismo, ahora va a ser también ungido por el Padre para afrontar su misión más difícil: subir a Jerusalén, y allí estar dispuesto a morir en la cruz. Y en esta unción de Jesús, van a participar tres de sus discípulos, los que también le acompañarán en la noche de Getsemaní. Jesús hace que estos tres que le acompañan participen también de esta visión de su gloria.
Estamos ante unos textos muy importantes de la propia conciencia que tiene Jesús de ser el enviado del Padre para nuestra salvación y de que el Padre y él son lo mismo: “El Padre está en mí, y yo en el Padre” (Juan 10,38).
Desde la meditación, esta escena de la transfiguración de Jesús nos muestra el verdadero conocimiento de Jesús como nuestro salvador. Él es el hijo amado del Padre, el que tendrá que vencer a la muerte y resucitar por todos nosotros.
Los que tratamos de unirnos a Jesús como discípulos suyos, sabemos que conocerle a él es algo más que conocer sus palabras o estudiar los evangelios; es ante todo, entrar con él en la experiencia de su muerte y de su resurrección. ¿Buscamos en nuestra vida de oración esta manera de conocer a Jesús?, ¿o nos conformamos con cualquier imagen, con la última opinión de alguien?, ¿qué experiencia tengo en mi vida de haber conocido la cruz y la resurrección de Jesús?
Como oración, nos sirve hoy ésta de la introducción de Jaume Boada en el libro de Matta El Meskin, consejos para la oración (Narcea):
“Vengo del rostro de Cristo. En el desierto lo he buscado con amor.
He visto su rostro profundamente humano, y plenamente hijo de Dios.
He visto a Cristo el enviado del Padre. Es su rostro de amor.
Lo he visto en la cruz. Me he unido a su cruz.
Lo vi como camino. He recorrido este camino.
Lo he encontrado como verdad. He vivido la añoranza de la verdad.
El es la vida. Lo sentí vivo, transfigurado, resucitado.
He visto sus manos vacías y sus manos traspasadas por la entrega en la cruz.
Estuve al lado, viendo con mis propios ojos su amor por todos los hombres,
Su llanto por los que lo ignoran, su deseo de poder llegar a ser el sentido de la
Vida de todos aquellos que quieren vivir”
Contemplamos el rostro transfigurado de Cristo, rostro de Hijo, rostro doliente en la cruz que se prolonga en el sufrimiento de nuestros hermanos, y rostro glorioso del resucitado en el que encontramos la vida. Le podemos decir a Jesús, lo mismo que le dijo Pedro cuando se encontró con el resucitado: “Tú sabes que te quiero” (Juan 21,15-17).
No hay comentarios:
Publicar un comentario