1.10.08

Domingo 18 enero “Venid y lo veréis” (Juan 1,35-42)

P. Cristobal Sevilla


Hemos de leer esta escena captando la sencillez con la que está escrita, pues lo que aquí se nos cuenta es el primer encuentro que tuvieron el mismo Juan y Andrés con Jesús, después que Juan el Bautista les dijera que aquél hombre que pasaba era para él el “cordero de Dios”. Y estos discípulos de Juan el Bautista, confiando en las palabras de su primer maestro, no dudaron en seguir a Jesús.
La lengua que hablaban era el arameo, y cordero se dice talija , y significa “siervo”, y también “cordero”. Juan el Bautista, tanto en la escena del Bautismo, como en esta escena de los discípulos, presenta a Jesús como el “siervo de Dios”, que había anunciado el profeta Isaías. Un siervo que traería la salvación con su sufrimiento (Isaías 53).

Estos primeros discípulos no siguen a Jesús porque le ven hacer algún milagro, sino porque se fían de las palabras de Juan el Bautista, y ellos, que son hombres que buscan la verdad, siguen a Jesús y además se lo cuentan a otros, dando testimonio, como hace Andrés con su hermano Pedro, y como, en la escena siguiente a ésta, hará Felipe con Natanael Bartolomé.
¿Cómo meditar esta escena trayéndola a nuestro corazón? ¿Busco con sinceridad la verdad de Dios en mi vida? Lo que Dios nos pide es algo simple: que tengamos un corazón sencillo para acoger su palabra, como lo tenían Juan y Andrés, Felipe y Natanael. Y en este sentido, no debemos tener ningún complejo para buscar la verdad con sencillez. Y atrevernos a decir que Jesús es el camino, la verdad y la vida que necesita nuestro mundo.
Pero, ¿dónde vives tú Señor?, ¿dónde podemos encontrarte en medio de nuestros trabajos y de nuestra vida diaria?, ¿cómo podemos empezar a conocerte como hicieron Juan y Andrés y así poder quedarnos contigo y seguirte?
Cada uno de estos primeros discípulos tiene un encuentro particular con Jesús (lee también la escena siguiente de Felipe y Natanael Bartolomé), Jesús se dirige a cada uno de ellos. Ellos, cada uno en las condiciones en que se encontraba, tenían un corazón abierto a Dios, y esperaban su salvación. Seguro que no se conformaban con lo primero que se les ofrecía.
Es precioso también el testimonio que da Andrés a su hermano Pedro: “hemos encontrado al Mesías”. Y el testimonio que da Felipe a Natanael: “Hemos encontrado a aquel de quien escribió Moisés.. ”. Si nosotros hemos encontrado a Jesús, ¿cómo podemos dar testimonio en este mundo? Si tienes esta disponibilidad, pídeselo a Jesús como Señor, y a María.

"Señor Jesús, maestro bueno,
yo se que tú eres la verdad.
Enséñame a encontrarte en tu palabra,
a sentirte en mis hermanos más necesitados,
y a celebrarte en medio de tu Iglesia”.
AMÉN

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