1.10.08

Domingo 3 de Mayo. 4º de Pascua (Juan 10,11-18)

P. Cristóbal Sevilla

En aquel tiempo, dijo Jesús: "Yo soy el buen Pastor. El buen pastor da la vida por las ovejas; el asalariado, que no es pastor ni dueño de las ovejas, ve venir el lobo, abandona las ovejas y huye; y el lobo hace estrago y las dispersa; y es que a un asalariado no le importan las ovejas.
Yo soy el buen Pastor, que conozco a las mías, y las mías me conocen, igual que al Padre me conoce, y yo conozco al Padre; yo doy mi vida por las ovejas. Tengo, además, otras ovejas que no son de este redil; también a ésas las tengo que traer, y escucharán mi voz, y habrá un solo rebaño, un solo Pastor. Por esto me ama el Padre, porque yo entrego mi vida para poder recuperarla. Nadie me la quita, sino que yo la entrego libremente. Tengo poder para entregarla y tengo poder para recuperarla: este mandato he recibido de mi Padre."

La imagen del buen pastor era de sobra conocida pues los antiguos profetas de Israel la habían usado en su predicación (Jeremías 23, Ezequiel 34). El salmo 23. “El Señor es mi pastor nada me falta”, expresa la confianza en un Dios que guía y acompaña en todo momento. Es una imagen que tiene mucho que ver con la geografía del país de Jesús, una tierra que se describía con la expresión “la tierra que mana leche y miel”, que son dos productos típicos de la economía de los pastores nómadas.
Jesús usa esta imagen del pastor para expresar una especial relación con sus discípulos y con la gente que le escucha y le sigue. Él siente compasión de la gente que se encuentran cansados y abatidos como ovejas sin pastor. Por eso, les habla del Reino de Dios, y les alimenta con unos pocos panes y peces que les reparte.
A los discípulos les dice directamente: “no temas pequeño rebaño” (Lucas 12,32), invitándoles a confiar en la providencia de Dios Padre. Jesús se siente el buen pastor de sus discípulos a los que invita a no tener miedo. Notemos que se trata de un pequeño rebaño, en cuanto que Jesús sabe que el grupo de los discípulos es un grupo reducido que entra en intimidad con él. Por eso les anima a que vivan dentro del Reino de Dios, confiando en la providencia divina día a día. San Pedro, hablará de Jesús a los primeros cristianos presentándole como Pastor: Erais como ovejas descarriadas, pero ahora habéis vuelto al pastor y guardián de vuestras almas” (1 Pedro 2,25).
Esta imagen nos habla de la confianza que debemos poner en Jesús y en su palabra.

Meditar estas palabra de Jesús supone en primer lugar situarnos ante él como Señor. ¿Cómo vamos a confiar en la providencia que Jesús nos pide si no le sentimos cercano?, y ¿cómo sentirle cercano?

-Confiando en él. Por eso, tenemos que pedir el don de la fe, es decir, el poder sentir a Jesús como Señor. Sentirle en la oración, cuando le abrimos nuestro corazón a su misericordia y sentimos que él no nos deja solos cuando luchamos contra el mal, ese mal que agrede la vida y la ataca para destruirla. Y si nos encontramos ante una situación de sufrimiento, personal o ajena, su misericordia no nos deja solos y no nos permite desesperar. Esto nos hace saber que Jesús es digno de confianza y dar testimonio de esta confianza.

-Necesitamos paciencia. Se trata de una virtud cristiana que nos ayuda a vivir todo esto. En un mundo con tantas prisas para todo, en el que también se nos mete la prisa de querer entender y vivir todo en un momento, tenemos que saber que cuando nos ponemos a caminar en este camino del discipulado, de seguimiento a Jesús, tenemos que estar dispuestos a ser probados en el combate diario. Y es que la prueba más dura es la de la cotidianidad, y la de no sucumbir al desánimo (Eclesiástico 2; Efesios 6,10-20; Hebreos 12,1-13). Tenemos que ser conscientes de los obstáculos diarios que nos separan del rebaño, que no nos dejan ver el cayado de nuestro buen pastor.

Recemos con este texto poniéndonos ante Jesús como Señor y ofreciéndonos a él como discípulos suyos:

“Señor Jesús, tú nos enseñas a vivir confiados en la providencia,
y nos haces sentir esta providencia a través de tu misericordia.
Ayúdanos tú, a no tener miedo, a vencer nuestros reparos,
nuestras cobardías, nuestros desánimos con la fuerza de tu palabra”. AMÉN

Contemplamos estas palabras de Jesús sintiendo el calor de su amistad. Jesús nos habla como un amigo. Una de las primeras imágenes que se hicieron sobre Jesús en el arte cristiano primitivo, todavía en el tiempo de las persecuciones y de las catacumbas, fue la imagen de Jesús como buen pastor. En esta imagen, muchos de aquellos cristianos que dieron testimonio de su fe en un mundo difícil y hostil, plasmaron su fe en Jesús como el pastor de sus almas.

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