1.10.08

Domingo 19 de Abril. 2º de Pascua. Domingo de la divina misericordia. Juan 20, 19-31

P. Cristobal Sevilla
a

“Porque me has visto, Tomás, has creído. Dichosos los que crean sin haber visto”
Al anochecer de aquel día, el primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas por miedo a los judíos. Y en esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:-«Paz a vosotros.» Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor. Jesús repitió: «Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.» Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo: «Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos.»Tomás, uno de los Doce, llamado el Mellizo, no estaba con ellos cuando vino Jesús. Y los otros discípulos le decían: «Hemos visto al Señor.» Pero él les contestó: - «Si no veo en sus manos la señal de los clavos, si no meto el dedo en el agujero de los clavos y no meto la mano en su costado, no lo creo.» A los ocho días, estaban otra vez dentro los discípulos y Tomás con ellos. Llegó Jesús, estando cerradas las puertas, se puso en medio y dijo: «Paz a vosotros.» Luego dijo a Tomás: - «Trae tu dedo, aquí tienes mis manos; trae tu mano y métela en mi costado; y no seas incrédulo, sino creyente.» Contestó Tomás: «¡Señor mío y Dios mío!» Jesús le dijo: «¿Porque me has visto has creído? Dichosos los que crean sin haber visto.»Muchos otros signos, que no están escritos en este libro, hizo Jesús a la vista de los discípulos. Éstos se han escrito para que creáis que Jesús es el Mesías, el Hijo de Dios, y para que, creyendo, tengáis vida en su nombre.
Sabemos que la presencia de Jesús resucitado entre aquellos hombres y mujeres no fue igual que cuando estuvo con ellos en vida por aquellos lugares de Galilea y de Judea. Era una presencia que necesitaba de la ayuda de los ojos de la fe para ser percibida. María Magdalena no le reconoce al principio y le confunde con el hortelano, los discípulos de Emaús, aunque se encuentran a gusto con la presencia de aquél peregrino, no terminan de reconocerle hasta que durante la cena les parte el pan.
¿Qué apariencia tenía Jesús resucitado? Era una apariencia ciertamente corporal, no un fantasma. Él habla, y se le puede tocar. Pero también aparece cuando las puertas están cerradas. Por un lado supera nuestra naturaleza humana, y por otro lado participa de ella. Esto es lo que nos quieren decir todos los evangelistas con su manera de contar las cosas. Jesús, en su apariciones, tenía un cuerpo con apariencia humana pero resplandeciente, celeste, luminoso, con una primera impresión como la de nuestros cuerpos aunque sin reconocerle a la primera, pero cuando se producía el encuentro aquellos discípulos se daban cuenta de que era un cuerpo especial, era el cuerpo lleno de luz y de paz de Jesús, que a ellos les infundía una gran alegría, les liberaba de sus miedos, y les empujaba a dar testimonio, pues habían contemplado la verdadera identidad de Jesús de Nazaret, su maestro. Entonces, fue cuando ellos fueron conscientes de haber contemplado la verdad de Dios: la obra de salvación de Dios Padre, a través de Jesús su palabra hecha carne, y con la unción y la fuerza del Espíritu Santo creador y liberador. Fue cuando las palabras que habían escuchado y las obras que habían visto hacer a Jesús fueron realmente entendidas.
Es ahora, cuando Jesús resucitado hace gustar a los suyos de su presencia de un modo especial. Lo primero que hace es restablecer la relación con los discípulos, pues todos, de alguna manera habían perdido la relación con él durante los acontecimientos de su pasión y muerte. Los únicos que se salvan de esta dispersión son las mujeres y el discípulo amado Juan. La presencia de Jesús resucitado es una presencia que vuelve a unir a aquellos hombres y mujeres junto a Jesús; de tal manera que cuando les deje definitivamente ellos van a seguir sintiéndole cerca. En esta presencia de resucitado Jesús muestra de una manera fuerte la misericordia que emana de su presencia. De su costado traspasado brota la fuente del amor y la misericordia divina. Tomás debía sentir esta misericordia, de un modo palpable y Jesús llama dichosos a los que crean sin haber visto, es decir, a todos aquellos que se fían del testimonio y de la palabra.
Podemos preguntarnos en la meditación: ¿qué es la misericordia? En hebreo se dice rajum, y es una palabra que se asocia con rejem, que significa “vientre materno, seno, entrañas”. Es el lugar donde se acoge, crece y se da la vida. Es también la parte más interna, más “entrañable. Pues bien, cuando decimos que Dios es misericordioso estamos diciendo que él quiere acoger la vida, y dar vida. Pero, ¿cómo puede Dios darnos vida?, ¿cómo podemos encontrarnos con su misericordia?
Nos encontramos con la misericordia de Dios cuando le abrimos nuestro corazón, convirtiendo nuestro corazón de piedra en corazón de carne. Y es que Dios, que no quiere forzar la puerta de nuestro corazón, quiere que su misericordia habite en nuestro sufrimiento, especialmente en ese sufrimiento que no nos atrevemos a decir. Podemos preguntarnos: -¿Dónde está nuestro sufrimiento? ¿Dónde están esas heridas, dolores...que no queremos ver? -¿Dónde está el sufrimiento en nuestro mundo, a nuestro alrededor?, ¿cómo podemos ser nosotros portadores de esta misericordia de Dios?
Sólo si yo me encuentro con la misericordia de Dios y abro mi corazón a su presencia, podré transformar mi relación conmigo mismo y mi relación con los demás. Sentiré entonces la gracia sanadora de Dios.
Esto es lo que Jesús quiere que Tomás encuentre. Jesús sabe que la primera manifestación de un corazón de piedra es el prejuicio, que se manifiesta en la crítica y en la murmuración. Es también la mejor manera de vivir nuestra relación con Dios de una manera superficial. Y ya sabemos que Jesús quiere que conozcamos a Dios de verdad, tal como él nos lo enseña.

Abramos nuestro corazón en la oración:

“Señor Jesús, maestro compasivo y misericordioso,
que sepa abrir mi corazón a tu presencia
para que tú puedas sanar mi sufrimiento,
y así poder recibir la vida que tú me quieres dar.
Que tu misericordia nos enseñe a perdonar,
a no tener resentimientos ni prejuicios,
a perdonarnos a nosotros mismos, y a perdonar a los demás,
y así sintamos tu presencia resucitada”

Contemplamos la misericordia de Dios manifestada en las palabras de Jesús Resucitado.

No hay comentarios: