1.10.08

DOMINGO 22 DE MARZO. 4º de Cuaresma “Jesús no vino a condenar sino a salvar” (Juan 3,14-21)

............................P. Cristóbal Sevilla
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“Dijo Jesús a Nicodemo:
-Lo mismo que Moisés elevó la serpiente en el desierto, así tiene que ser elevado el Hijo del hombre, para que todo el que cree en él tenga vida eterna.
Tanto amó Dios al mundo, que entregó a su Hijo único, para que no perezca ninguno de los que creen en él, sino que tengan vida eterna.
Porque Dios no mandó a su Hijo al mundo para condenar al mundo, sino para que el mundo se salve por él.
El que cree en él no será condenado; el que no cree ya está condenado, porque no ha creído en el nombre del Hijo único de Dios.
Ésta es la causa de la condenación: que la luz vino al mundo, y los hombres prefirieron la tiniebla a la luz, porque sus obras eran malas.
Pues todo el que obra perversamente detesta la luz, y no se acerca a la luz, para no verse acusado por sus obras.
En cambio, el que realiza la verdad se acerca a la luz, para que se vea que sus obras están hechas según Dios”.

Cada vez que leemos el evangelio de Juan tenemos que tener en cuenta su modo de narrar los dichos y los hechos de Jesús, su manera de contarnos las cosas. San Juan narra todo esto al final de sus años, cuando ha entendido después de la resurrección quién es realmente Jesús.
Él recuerda la conversación que tuvo Jesús con Nicodemo y ahora la comprende y le saca todo su sentido, pues es ahora cuando ha entendido plenamente que Jesús resucitado es la luz del mundo.
San Juan nos cuenta las cosas tratando de transmitir toda la vida que él ha encontrado en Jesús (Juan 20,30-31), y tratando de que aquellos primeros cristianos que leen su evangelio compartan con él esta vida (1Juan 1,1-4). San Juan nos va metiendo también a nosotros como lectores dentro de su narración para que descubramos que Jesús es la luz del mundo.

La meditación de este texto nos hace preguntarnos: ¿descubro en Jesús la luz que me hace entender el amor de Dios?
Recobrar la vista espiritual significa ver a las personas y las cosas que ocurren con los ojos de la fe. En los evangelios nos encontramos con varios ejemplos de personas que recobran esta vista espiritual: Zaqueo, el ciego que está en la orilla del camino, la Samaritana, María Magdalena, María de Betania, la mujer siro-fenicia, el leproso que vuelve, Pedro,... Nosotros también tenemos esta capacidad de ver con los ojos de la fe, cuando sentimos, por encima de nuestras propias apetencias, que la fe genera un gran amor; entonces nos paramos un momento, y oramos desde nuestro corazón, sintiéndonos queridos por Dios, y queriendo y pidiendo que ese amor se manifieste en nuestra vida y en la de todas las personas.
Cada uno de los hombres y mujeres que he señalado muestran esto que acabo de decir sobre los ojos de la fe, superando el qué dirán y haciendo y diciendo lo que tienen que decir o hacer. Y sin embargo aquellos que ven a Jesús con otros ojos se quedan sin este conocimiento: Simón el fariseo, el otro fariseo que invita a comer a Jesús, los otros nueve leprosos, Judas, ... . Ellos se quedaron en su propio mundo.

Oremos con sencillez para que nuestro encuentro con Jesús nos haga recuperar esta vista espiritual:

“Oh Señor Jesús, nos sentimos ciegos y necesitados de tu presencia,
tenemos dudas, nos falta amor.
Ayúdanos Señor a recobrar la vista espiritual
para que te veamos a Ti, Maestro de amor y de verdad,
como nuestro Salvador y Señor.
Señor, que no nos quedemos encerrados en nuestro propio mundo
y en nuestros pequeños intereses.
Que tu luz nos alumbre y así podamos dar testimonio de tu presencia”. AMÉN

Cuando vivimos los sentidos espirituales, el Señor nos muestra un camino de contemplación. Le vemos a él y vemos a nuestros hermanos con los ojos que él quiere.

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