5.2.09

"Presentación de los niños en el Templo"

Educar es una labor que exige tiempo. Como en la ascensión a una montaña, a veces hay que parar, forzar la marcha... o desandar lo andado porque el camino acaba en un precipicio. Sin embargo, lo importante es llegar a la meta final: educarles como personas con voluntad y criterio, con autonomía y decisión para enfrentarse a la vida. Y esto no se logra en dos días.
Educar con calma
Sin duda uno de los mejores regalos que podemos dejar en herencia a nuestros hijos es la costumbre del equilibrio interior y de la paz. Han de vernos serenos, sin dejar paso a la ira o al enfado por nimiedades; han de ver que no sacamos las cosas de quicio... Se puede comprobar, además, lo fácil que resulta para los hijos adoptar comportamientos más serenos cuando están ante una persona tranquila, que no responde con cólera y violencia sino con un tono de voz sosegado, amistoso y conciliador.
Ellos necesitan de nuestra paciencia, primero, porque en educación no caben las prisas; segundo, para ayudarles a encarar las dificultades con calma y serenidad.

Educar con comprensión
Hace falta comprender. Y si le comprendemos nos contará, y le podremos ayudar. Así perderán el miedo a darse a conocer, tan importante para educar; verán que la sinceridad y la confianza arreglan todo con una facilidad admirable.El primer paso, sin embargo, hay que darlo escuchando y dedicando tiempo a sus problemas que, aunque parezcan nimiedades, pesan como losas para ellos. Pero si les apartamos a un lado porque nosotros sí estamos haciendo algo importante, cada vez será más difícil que nos cuenten.
A causa de nuestra poca paciencia estamos cerrando las puertas a su intimidad y la adolescencia cercana acabará por echar unos cuantos cerrojos más.

Llegar a la intimidad
Los hijos necesitan de nuestra paciencia porque es el único modo de llegar a su intimidad; hace falta tiempo, roce y trato. Aguantar desplantes y aprovechar los momentos relajados para dar un gran avance. Interesarse por lo que interesa a los hijos. Y como su mundo suele ser muy atractivo, disfrutaremos con ese descubrimiento.Ganando su corazón tendrán fuerza nuestros consejos; no basta sólo con el prestigio de padres ni con el respeto y la disciplina: hay que saber atraerse la disciplina y el afecto de los hijos.
Y eso supone poner atención (con paciencia) a la riada de pequeñeces (muy importantes para ellos) que cuentan cuando llegan del colegio, o que quieren decirnos cuando volvemos de trabajar, generalmente cansados.

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