Es tiempo de crisis…
Dicen que es tiempo de crisis y nos sentimos muy preocupados. ¿Qué ocurrirá? ¿Qué pasará? Los hombres desconfían de su destino, del porvenir, de lo que se les viene encima.
¡Que viene! ¡Que viene!
Pero, ¡no te has enterado que ya está aquí, que la crisis ya ha llegado, que aquello que nos esforzamos en alcanzar no somos capaces de lograrlo!
¡Que viene! ¡Que viene!
Pero ¿quién viene?
Amigo, viene “el que siempre viene”, el que vive para siempre, el Dios amigo de la vida. Viene el que vino ya en la carne. Viene Jesús de Nazaret, el que mostrará su gloria, que no es otra que el hombre alcance el objetivo de su esperanza, o sea, la vida.
Viene Aquél que es la Esperanza. Llega el jubiloso anuncio del que viene, de quien llega, de la esperanza de los hombres… Llega el Adviento y es el tiempo que los cristianos disponemos como antesala de la gran celebración del misterio de que Dios se hace hombre en Jesús, para darnos ánimo y fuerza, para darnos su esperanza... “Y estaré con vosotros hasta el final de los tiempos”
¿Qué nos traerá el Señor en este Adviento?
Lo que ya trajo, no hay ninguna duda: la salvación, la vida eterna, la vida abundante.
Esa esperanza en la que ahora vivimos, lo que no vemos y esperamos, pero sí conocemos; eso es el contenido luminoso de este pregón de Adviento.
Esperamos y ya conocemos, pero, sobre todo, esperamos por todos los que esperan y no tienen ni conocen. Pero con nuestras solas fuerzas no llegamos a hacer partícipes de nuestra esperanza a todos los hombres.
El mundo vive errado y aturdido entre luces de neón y canciones de la temporada, un consumo compulsivo que no sacia y una paz efímera que nunca se firma.
Nosotros esperamos -por nosotros y por todos- que la humanidad, junto con toda la creación, sea liberada de todas sus servidumbres y reciba la visita de Aquél que viene y que trae para todos la gloriosa libertad de los hijos de Dios. ¡Que viene! ¡Que viene!
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