1.10.08

Domingo 7 de Junio. Domingo de la Trinidad

P. Cristóbal Sevilla

“Jesús resucitado promete quedarse con nosotros” (Mateo 28,16-20)

“Los once discípulos fueron a Galilea, al monte que Jesús les había indicado.
Al verlo, ellos se postraron, pero algunos vacilaban. Acercándose a ellos, Jesús les dijo:
-Se me ha dado pleno poder en el cielo y en la tierra. Id y haced discípulos de todos los pueblos bautizándolos en el nombre del Padre, y del Hijo, y del Espíritu Santo; y enseñándoles a guardar todo lo que os he mandado.
Y sabed que yo estoy con vosotros todos los días, hasta el fin del mundo”.

Estamos ante la conclusión del evangelio de San Mateo. Y este evangelista, al igual que el resto de los evangelistas, concluye su narración con la misión de Jesús resucitado a los discípulos y la promesa de que Él siempre les acompañaría.
Hoy es el domingo de la Trinidad, y precisamente lo que meditamos en esta fiesta, es el misterio de un Dios que ama a este mundo. Un Dios que se ha hecho hombre para salvarnos en este mundo, y que se queda en este mundo como Espíritu, para que conozca la Verdad de Dios y se transforme. Es el mismo Espíritu creador del principio, que ahora Jesús resucitado nos entrega, y que sigue creando y liberando en este mundo. Por tanto, lejos de nosotros, el buscar una espiritualidad que nos aparte de este mundo. Entonces, ¿qué hacemos para no caer en los intereses de este mundo?

-Vivir en compañía amable con todos. Buscando la paz y la concordia como testimonio de que queremos ser de Jesús y no de este mundo. Por eso, nadie como persona nos es ajeno.
-Rezar y desear la vida de oración. Las cosas hermosas no son tanto las que ya se tienen cuanto las que se desean. Por tanto, deseemos siempre la oración. Buscando en la oración el encuentro con la verdad de Dios, a través de las palabras de Jesús. Recuerda lo que Jesús pide al Padre a favor nuestro: “Santifícalos en la verdad, tu palabra es la verdad”.
-Buscar siempre la enseñanza de la Iglesia. Una enseñanza que es el intento continuo de preservar la enseñanza de Jesús a lo largo de la historia, de ciertos intereses particulares de este mundo que trataban de hacer de Jesús, no el Señor, sino un hombre más con una enseñanza importante sobre Dios. Nosotros no podemos renunciar nunca a que Jesús sea el Señor de nuestras vidas, y no una simple doctrina entre tantas otras.
-Esperar con paciencia. Es el Espíritu del Señor el que tiene que ir haciendo su obra en nuestras vidas y en este mundo. Por eso, pedimos con constancia en la oración que el Espíritu siga renovando, sanando, volviendo los corazones hacia Dios, a través de la palabra viva de Jesús, el Hijo.
La oración más intensa y más abierta a la presencia de Dios es siempre la oración trinitaria, por eso, tenemos que pedir la gracia de esta oración, y hacerlo con sencillez. Tal vez ésta te pueda ayudar, pero te animo a que tú también la hagas por tu cuenta. Ten en cuenta que es Jesús resucitado, el Señor, el que reza en nosotros, a través de su Espíritu, que nos hace clamar: ¡Abba, Padre! (Romanos 8,15).

“Padre bueno y misericordioso que nos has creado para ser tus hijos,
ayúdanos a buscar siempre en este mundo la concordia y la paz,
que como hijos tuyos, nos sintamos siempre hermanos de todos.

Hijo de Dios, Palabra hecha carne, y Señor de nuestras vidas,
que tu palabra sea para nosotros fuente de vida y de verdad.

Espíritu Santo, presencia viva de Dios,
anima nuestras vidas con tu fuerza y la vida de la Iglesia con tu unidad,
para que seamos en medio de este mundo,
testimonio de tu presencia”.AMÉN

Contemplemos esta verdad sencilla de Dios, que es su trinidad amorosa: el misterio de Dios y su relación de amor con su pueblo y con todos nosotros. Este es el corazón de cualquier página de la Biblia. Te darás cuenta de que realmente Dios tiene algo que ver con nuestras vidas y nuestras vidas tienen algo que ver con Dios.

No hay comentarios: