1.10.08

Domingo 31 de mayo. Domingo de Pentecostés

P. Cristóbal Sevilla
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“La promesa del Espíritu” (Misa de la vigilia: Juan 7,37-39)

“El último día, el más solemne de las fiestas, Jesús en pie gritaba:
-El que tenga sed, que venga a mí; el que cree en mí, que beba.
Como dice la Escritura: ‘de sus entrañas manarán ríos de agua viva’.
Decía esto refiriéndose al Espíritu, que habían de recibir los que creyeran en él. Todavía no se había dado el Espíritu, porque Jesús no había sido glorificado”


“Jesús resucitado da el Espíritu Santo” (Misa del día: Juan 20,19-23)

“Al anochecer de aquel día, el día primero de la semana, estaban los discípulos en una casa, con las puertas cerradas, por miedo a los judíos. En esto entró Jesús, se puso en medio y les dijo:
-Paz a vosotros.
Y, diciendo esto, les enseñó las manos y el costado. Y los discípulos se llenaron de alegría al ver al Señor.
Jesús repitió:
-Paz a vosotros. Como el Padre me ha enviado, así también os envío yo.
Y, dicho esto, exhaló su aliento sobre ellos y les dijo:
-Recibid el Espíritu Santo; a quienes les perdonéis los pecados, les quedan perdonados; a quienes se los retengáis, les quedan retenidos”.

El evangelio de San Juan tiene dos partes muy bien diferenciadas:
1) El libro de los “signos”: 1,19-12,43.
2) El libro de la pasión-resurrección: 13,1-20,31
Los dos evangelios de este domingo están tomados de cada una de estas dos partes. Esto nos permite leer las menciones del Espíritu en cada una de estas partes y su significado.
En la primera parte, San Juan contempla la figura de Jesús a través de una serie de “signos” que comienza con las bodas de Caná y acaba con la resurrección de Lázaro. San Juan nos va presentando los hechos y dichos de Jesús con el estilo contemplativo que ya conocemos, es decir, viendo en cada episodio el misterio de Jesús como la palabra hecha carne de Dios, y el que manifiesta la gloria de Dios a través de su humildad y de manera discreta.
Pues bien, en esta primera parte encontramos algunas menciones del Espíritu que nos presentan a Jesús como el que posee en plenitud el Espíritu, a través del testimonio de Juan el Bautista, y también encontramos a Jesús hablando de cómo para empezar a entender lo que él dice y hace hay que hacerlo desde el Espíritu.
-Testimonio de Juan el bautista (1,32-33): “Y Juan dio testimonio diciendo: He visto al Espíritu que bajaba como una paloma del cielo y se quedaba sobre él...ése es el que bautiza con Espíritu Santo”.
-Jesús a Nicodemo (3,6.8): “Lo nacido de la carne, es carne; lo nacido del Espíritu e espíritu..El viento sopla donde quiere, y oyes su voz, pero no sabes de dónde viene ni a dónde va. Así es todo el que nace del Espíritu”.
-Otro testimonio de Juan el bautista (3,34): “Porque aquel a quien Dios ha enviado habla las palabras de Dios, porque Dios no da el Espíritu tasado”.
-Jesús a la Samaritana (4,24): “Dios es Espíritu, y los que adoran, deben adorar en espíritu y verdad”.
-Jesús a sus discípulos (6,63): (Algunos se escandalizan por la dureza de las palabras de Jesús en el discurso del pan de vida en Cafarnaún) “El Espíritu es el que da vida; la carne no sirve para nada. Las palabras que os he dicho son Espíritu y son vida”.
-Jesús a todos los que le escuchan en el templo de Jerusalén (7,39) “Decía esto refiriéndose al Espíritu que habían de recibir...” (Evangelio de hoy)

Este cuadro se completa con las menciones del Espíritu en la segunda parte, el libro de la pasión-resurrección. Jesús habla aquí del Espíritu defensor (Paráclito) como promesa que recibirán los discípulos después de la Resurrección. Será el que garantice la verdad que es Jesús.
-El Espíritu de la verdad (14,16; leer también 7,39): Recordará y completará la enseñanza de Cristo.
-El Espíritu Santo (14,26; también 8,32): Conducirá a los discípulos por los caminos de la verdad
-El Espíritu de la verdad (15,26; tb.1 Juan 5,6): Atestiguará que la misión de Cristo venía efectivamente de Dios.
-El “paráclito” (16,7): Cristo lo enviará.
-El Espíritu de la verdad (16,13-15): Guiará hasta la verdad completa.

Con este panorama podemos introducirnos en la meditación de estos textos. Seguro que cuando San Juan escribió estas cosas él tiene detrás ya toda una experiencia propia y de sus comunidades de lo que es vivir según el Espíritu. Y de que este Espíritu que les otorgó el Padre o Jesús resucitado, es para todos ellos “agua viva”. Un Espíritu que es presencia de Jesús resucitado en medio de ellos, y que se manifiesta en la vida sacramental vivida como fuente de vida, y en el amor que como hermanos viven en sus comunidades. Es el Espíritu que Jesús les había prometido, el Espíritu abogado y defensor (paráclito) el que ahora les preserva de falsas doctrinas que tratan de hacer de Jesús uno más, no el Salvador y Señor. Y es que la tentación principal era hacer de esta fe en Cristo una suerte de doctrina teórica e intelectual, no una VIDA (lee 1 Juan).
¿Cómo hacer que nuestra relación con Cristo, a través de su palabra, sea para nosotros VIDA como lo fue para San Juan, el evangelista, y para sus comunidades? Esta es la labor que tiene que hacer en nosotros y en nuestra Iglesia el Espíritu de Cristo resucitado. Para ello, tenemos que abrirnos a su presencia y desbloquear nuestras mentes y nuestros corazones. ¿Cómo?

-Vida de oración y vida sacramental en “espíritu y en verdad”. Es decir, buscando con corazón sincero a Dios, no teorizando, sino abriéndonos con humildad a Dios. Vivir el sacramento del perdón, perdonando y siendo perdonados, y la eucaristía de esta manera, es hacerlo en “espíritu y en verdad”.
-Buscando la fraternidad, la paz, el amor que Dios quiere que vivamos.

Es lo que pedimos en la oración a Jesús como Señor:

“Señor Jesús, envíanos tu Espíritu
que nos haga entender y vivir tus palabras.
Para que vivamos sirviéndote a Ti, en espíritu y en verdad. AMÉN.

Que la contemplación de estos textos del evangelio de Juan nos acerquen más a Jesús como Señor. Y que el Espíritu anime nuestras vidas, para que como hicieron San Juan y sus comunidades, demos testimonio de esta verdad.

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