DOMINGO 21 JUNIO · 12º TIEMPO ORDINARIO
Evangelio: Mc 4,35-40
"¿Quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!"
Un día, al atardecer, dijo Jesús a sus discípulos: "Vamos a la otra orilla." Dejando a la gente, se lo llevaron en la barca, como estaba; otras barcas lo acompañaban. Se levantó un fuerte huracán, y las olas rompían contra la barca hasta casi llenarla de agua. Él estaba a popa, dormido sobre un almohadón. Lo despertaron, diciéndole: "Maestro, ¿no te importa que nos hundamos?" Se puso en pie, increpó al viento y dijo al lago: "¡Silencio, cállate!" El viento cesó y vino una gran calma. Él les dijo: "¿Por qué sois tan cobardes? ¿Aún no tenéis fe?" Se quedaron espantados y se decían unos a otros: "¿Pero quién es éste? ¡Hasta el viento y las aguas le obedecen!"
Lo que en el Antiguo Testamento Dios hace a través de la Palabra: crea y salva, lo manifiesta Jesús con su palabra y sus obras:
-Somete la naturaleza (el poder creador de Dios): -“Pues, ¿quién es este que hasta el viento y el mar le obedecen?” (Marcos 4,35-41); -¡Ánimo que soy yo, no temáis! (Camina sobre las aguas, Marcos 6,45-52).
-Expulsa los demonios gracias al “dedo de Dios” (Ver Éxodo 8,15 y Salmo 8,4: el poder liberador y creador de Dios: Lucas 11,20//Marcos 3,22-30).
-Perdona los pecados: -¿Quién puede perdonar pecados fuera de Dios” (Marcos 2,1-12)
Todos estos textos en donde Jesús se muestra a sí mismo desde imágenes típicas de Dios en el AT como ésta del dominio sobre el mar, o como la del dedo creador y liberador de Dios (Mc 7,31-37; 8,22-26; Lc 11,20 …) señalan la identidad divina de Jesús.
¿Cómo vivir esta verdad sobre Jesús en mi vida? Nuestra meditación se centra en esta identidad divina de Jesús y en su poder.
Hoy corremos el riesgo de considerar la figura de Jesús como la de un personaje de la historia, importante sí, pero no más que otros. Corremos el riesgo de olvidar que este poder que manifiesta Jesús tal como nosotros lo leemos en los evangelios es un testimonio vivo de la fe de aquellos primeros cristianos. Ellos así lo escribieron porque lo habían recibido de los apóstoles, los cuales habían visto y escuchado a Jesús, y así lo vivían en sus comunidades.
Esta fe en el poder de Jesús como Señor, es decir, como Dios, les llevaba a dar testimonio de esta verdad. El amor hacia Jesús como Señor es como el oro acrisolado en el fuego de la fidelidad y de las pruebas de este mundo (Apocalipsis 3,18). Por eso necesitamos de la perseverancia, paciencia, y de la oración continua para gustar este amor.
“Señor Jesús, Tú eres el camino, la verdad, y la vida;
Tú nos has mostrado el verdadero rostro de Dios.
Que tu verdad se manifieste en tu Iglesia,
Y que los que queremos seguirte sepamos ser
Testigos fieles de tu Reino,
Reino de paz y de justicia, De amor y de verdad” AMÉN
La contemplación es una humilde mirada de lo que hemos orado. Jesús y su Palabra nos muestran la verdad de Dios. Él es la luz que puede iluminar a toda persona.
-Somete la naturaleza (el poder creador de Dios): -“Pues, ¿quién es este que hasta el viento y el mar le obedecen?” (Marcos 4,35-41); -¡Ánimo que soy yo, no temáis! (Camina sobre las aguas, Marcos 6,45-52).
-Expulsa los demonios gracias al “dedo de Dios” (Ver Éxodo 8,15 y Salmo 8,4: el poder liberador y creador de Dios: Lucas 11,20//Marcos 3,22-30).
-Perdona los pecados: -¿Quién puede perdonar pecados fuera de Dios” (Marcos 2,1-12)
Todos estos textos en donde Jesús se muestra a sí mismo desde imágenes típicas de Dios en el AT como ésta del dominio sobre el mar, o como la del dedo creador y liberador de Dios (Mc 7,31-37; 8,22-26; Lc 11,20 …) señalan la identidad divina de Jesús.
¿Cómo vivir esta verdad sobre Jesús en mi vida? Nuestra meditación se centra en esta identidad divina de Jesús y en su poder.
Hoy corremos el riesgo de considerar la figura de Jesús como la de un personaje de la historia, importante sí, pero no más que otros. Corremos el riesgo de olvidar que este poder que manifiesta Jesús tal como nosotros lo leemos en los evangelios es un testimonio vivo de la fe de aquellos primeros cristianos. Ellos así lo escribieron porque lo habían recibido de los apóstoles, los cuales habían visto y escuchado a Jesús, y así lo vivían en sus comunidades.
Esta fe en el poder de Jesús como Señor, es decir, como Dios, les llevaba a dar testimonio de esta verdad. El amor hacia Jesús como Señor es como el oro acrisolado en el fuego de la fidelidad y de las pruebas de este mundo (Apocalipsis 3,18). Por eso necesitamos de la perseverancia, paciencia, y de la oración continua para gustar este amor.
“Señor Jesús, Tú eres el camino, la verdad, y la vida;
Tú nos has mostrado el verdadero rostro de Dios.
Que tu verdad se manifieste en tu Iglesia,
Y que los que queremos seguirte sepamos ser
Testigos fieles de tu Reino,
Reino de paz y de justicia, De amor y de verdad” AMÉN
La contemplación es una humilde mirada de lo que hemos orado. Jesús y su Palabra nos muestran la verdad de Dios. Él es la luz que puede iluminar a toda persona.
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